LAS AUTORIDADES FRANCESAS HABÍAN CLASIFICADO AL AGRESOR COMO ‘FICHA S’ POR SER SOSPECHOSO DE EXTREMISMO O ESTAR EN CONTACTO CON TERRORISTAS
Lo primero que quieren poner negro sobre blanco el puñado de jóvenes que merodean por la calle Tite-Live, en la periferia de Estrasburgo, es que este “no es un barrio salafista”. “Apúntelo bien”, subraya Muroo, un adolescente de 19 años delante del modesto bloque de viviendas donde residía Chérif Chekatt, el hombre de 29 años que la noche del martes presuntamente mató a tiros a dos personas, dejó a una en estado de muerte cerebral e hirió a una docena más en el centro de la ciudad francesa, sede del Parlamento Europeo y del Consejo de Europa. “Puede que esto sea como la favela de Estrasburgo”, agrega Ali desde la furgoneta con la que trabaja como repartidor. “Pero no somos salafistas. Ni yihadistas. Ni radicales ni nada. Somos jóvenes normales que queremos trabajar, tener una moto y divertirnos”, insiste.
Aclarar esta cuestión parece vital para estos jóvenes de cuidada imagen “discotequera”, apunta Miky, el tercero del grupo y trabajador en una de esas discotecas que tanto aseguran frecuentar estos jóvenes, en momentos en que se investiga el ataque de Chekatt como un atentado terrorista. Todos conocen de vista al hombre de 29 años que vivía en un pequeño apartamento de un bloque de viviendas de ocho pisos, el más alto del barrio, donde la mayoría de las casas permanecían este miércoles cerradas a cal y canto, después de una intensa noche en la que la policía registró el apartamento del sospechoso y paró a todo el que se movía “a punta de pistola”, cuentan estos chicos todavía alucinados. Pero Chérif era alguien “solitario. Iba a lo suyo” y no se mezclaba mucho en el barrio, a pesar de que sus padres, detenidos preventivamente, al igual que dos de sus hermanos, según la prensa francesa, viven a la vuelta de la esquina, cuentan los jóvenes. “Decía bonjour, pero no discutía con la gente” del barrio, agregan.
Claro que Chekatt no había pasado mucho tiempo últimamente en este modesto barrio de las afueras de Estrasburgo donde sembró una vez más el miedo al terrorismo con el que Francia ha vivido, casi de manera ininterrumpida, desde hace casi cuatro años. Una parte considerable de los 29 años de vida de este joven nacido en Estrasburgo el 24 de febrero de 1989 los ha pasado en prisión, cumpliendo parte de las 27 condenas que recibió tanto en Francia como en Alemania y Suiza por delitos diversos, sobre todo atracos y robos. Su expediente como “delincuente común” era bien conocido por la policía, según el ministro del Interior, Christophe Castaner.
Fue en algún momento de ese paso constante por prisión donde presuntamente se radicalizó, hasta el punto de que las autoridades francesas decidieron registrarlo en 2015, por su “actitud proselitista”, como ficha S, una clasificación específica dentro del amplio “fichero de personas investigadas” para aquellas de las que se sospecha que podrían haberse radicalizado o estar en contacto con terroristas, entre otros.
Según la ministra francesa de Justicia, Nicole Belloubet, Chekatt “cumplió en Francia dos penas de prisión de dos años cada una, que purgó” completas. En 2013, un tribunal de la ciudad suiza de Basilea lo condenó a un año y medio de cárcel por varios atracos, de los que cumplió 16 meses, según el diario alemán Die Welt. También en Alemania estuvo en prisión el ahora huido. Las autoridades de Baden-Wurtemberg confirmaron a la agencia France Presse que Chekatt fue condenado a “dos años y tres meses de cárcel en 2016 por atracos”. En el veredicto, al que tuvo acceso Die Welt, se señalaba que Chérif era soltero y sin hijos y que acumulaba deudas “por un monto que el acusado no fue capaz de precisar”. El joven acabó cumpliendo algo más de un año de la condena alemana antes de ser expulsado a Francia. En su país de nacimiento volvió a las andadas.
De hecho, estaba a punto de ser detenido otra vez cuando emprendió la huida que acabó en ataque terrorista. Las autoridades habían acudido a su vivienda en la mañana del martes. Lo buscaban en relación con un atraco a mano armada cometido en agosto que “había acabado mal”. Era sospechoso de “tentativa de homicidio”. En su casa, los gendarmes solo hallaron una granada y una pistola. De Chekatt, ni rastro. Hasta que, a última hora de la tarde, un grito de Allahu akbar resonó, según testigos, en las calles del casco histórico de Estrasburgo. Luego llegaron los disparos y la matanza que las autoridades ya consideran un nuevo acto de terrorismo.
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