jueves, 11 de octubre de 2018

El perímetro de seguridad en los eventos


El pasado 22 de mayo de 2017, el terrorismo puso, de nuevo, su punto de mira en un evento. En este caso, el ataque suicida en el Manchester Arena, al final del concierto de Ariana Grande, causaba la muerte de 22 personas y más de 60 heridos, la mayoría de ellos adolescentes que habían acudido al evento musical.
Queda claro que los lugares con elevada concentración de personas se han convertido en uno de los objetivos principales de este tipo de terrorismo, como hemos visto con los ataques en París, Niza o Berlín. Muchos de los eventos que se celebran reúnen esa condición: lugares con un gran número de asistentes congregados y, en concreto, los conciertos o festivales musicales son un claro ejemplo. De hecho, lo ocurrido en Manchester recuerda, en cierto modo, a lo acontecido en la parisina sala Bataclan, donde también los terroristas escogieron un evento musical para perpetrar sus acciones, causando al menos 89 muertos en este caso. Y otra duda se plantea, ¿qué hubiera ocurrido si los terroristas hubieran conseguido atravesar los controles del perímetro del Stade de France?
En el caso del Manchester Arena, se producen dos hechos significativos y es que el atentado se produce en un vestíbulo, una zona común que conecta el recinto con la estación de trenes Manchester Victoria y, además, no se produce durante el concierto, sino en la finalización del mismo, con un elevado número de personas saliendo y otras esperando a las que se encontraban en el interior, además del posterior efecto de pánico en el interior tras la explosión. Por tanto, se presentan dos desafíos que deben considerarse: el primero es securizar los espacios públicos/comunes y, el segundo, la importancia de la seguridad en todas las fases de un evento, incluyendo el post-evento.
A raíz de lo ocurrido en Reino Unido, muchos fueron los países que reforzaron, casi de manera inmediata la seguridad en los accesos a conciertos o acontecimientos deportivos, fundamentalmente en los registros y controles previos, así como en medidas de protección física del perímetro de los recintos. Dos hechos que volvían a poner de relevancia la seguridad en los eventos se producían pocos días después de lo ocurrido en Manchester, en este caso en Nürburg (Alemania) y Turín (Italia). En la población alemana, el festival de música Rock am Ring tuvo que ser interrumpido debido a una amenaza terrorista avalada por la policía y la organización, siendo evacuadas miles de personas. En Turín, mientras unas 30.000 personas presenciaban a través de pantallas la final de la Champions League entre la Juventus y el Real Madrid, el estruendo de un posible petardo provocó una estampida humana que causó más de 1.500 heridos.
La protección física del entorno de los recintos a través de elementos, tales como bloques de hormigón o jardineras, es algo que tras lo acontecido en Niza o Berlín, se ha reproducido en numerosas ciudades y recintos, ya no solo de manera puntual para aumentar la protección de un evento concreto, sino también para proteger los principales puntos de concentración de personas de las ciudades. Pero no es algo nuevo, tras los ataques al metro y autobús de Londres en 2005 que acabaron con la vida de 52 personas, se instalaron barreras e incluso se hicieron registros en algunos accesos al transporte. Parecía claro entonces, como lo parece ahora, que era necesario cambiar algunos factores para reducir el riesgo que presenta esta amenaza, como es el hecho de diseñar pensando en la seguridad de un recinto e incluso considerar que la misma empieza en el exterior, metros allá del propias paredes de la estructura. Paradigma de ello fue el Emirates Stadium de Londres, inaugurado en 2006, donde además de colocar elementos de hormigón y bolardos en el perímetro, las propias letras de la palabra del club, Arsenal, y los cañones, también presentes en el escudo del club, no cumplen solo una función decorativa sino que también son capaces de soportar el impacto de un camión de 7 toneladas.
El establecer un perímetro exterior de seguridad para el control previo de los asistentes es algo que se realiza en muchos eventos, sobre todo en los deportivos como ocurre en campos de fútbol en España o como suele ocurrir cuando se trata de congresos o conferencias con la presencia de personalidades del ámbito de la política donde incluso se establecen diferentes anillos de seguridad perimetrales alrededor del lugar de celebración del encuentro. En Estados Unidos, es práctica habitual que se realicen controles de mochilas u otros elementos, o se utilicen detectores de metalen la mayoría de estadios e incluso, para los partidos de la National Football League, solo se permite introducir bolsas de plástico transparentes con unas características determinadas.En la actualidad, se está aumentando tanto el número como el nivel de control de los asistentes a un evento, para aumentar la seguridad dentro del perímetro y así evitar que entren objetos y/o personas que supongan un riesgo para el mismo. En paralelo, este aumento de los controles puede suponer un nuevo reto operativo para los organizadores del evento ya que, en los momentos punta de llegada del público, las colas en los puntos de control avanzados pueden generar inconveniencia para los asistentes, así como nuevos cuellos de botella creando un nuevo riesgo para la seguridad.
Dentro de la percepción de la experiencia de un visitante a un evento, el tiempo de espera es uno de los valores más relevantes (tiempo para acceder al recinto, para localizar el asiento asignado, para el inicio del evento y, también, tiempo para pasar los controles de seguridad). Richard Larson, uno de los investigadores más conocidos sobre la teoría de colas, apunta que, a menudo la psicología de las colas es más importante que las propias estadísticas de espera, tendiendo a sobreestimar en un 36% el tiempo de espera. De la misma manera, hasta la propia percepción visual de la cola afecta al estado del asistente -es por ello que Disney implementó sistemas de serpenteo o decidió crear colas alrededor de sus atracciones- que siempre quiere tener la sensación de que hay un orden ‘justo’ y al que hay que mostrar un movimiento continuado. Cierto es que, en el momento actual, la percepción de seguridad del propio asistente puede ayudar a mitigar una percepción negativa de un tiempo de espera elevado, pero será necesario un correcto balance entre ambas.
La generación de estos nuevos cuellos de botella en el perímetro, puede conllevar también nuevos riesgos, como convertirse en nuevos puntos con alta concentración y, por tanto. en nuevos objetivos para los atacantes o las protestas de los asistentes que pueden derivar en actitudes de riesgo en función de la tipología del evento. Si tomamos como referencia un contexto familiar para los asistentes como es el control de seguridad en un aeropuerto, la Transportation Security Administration (TSA) de los Estados Unidos, reporta que su actual throughput es de 100 pasajeros/hora, es decir, 36 segundos por persona. Si pensamos en un evento, por ejemplo, de 20.000 personas que van a llegar entre 1 y 2 horas del inicio del mismo, veremos que es necesaria otra aproximación para encontrar un modelo adecuado que realmente permita llevar a cabo el evento desde un punto de vista operativo.
Como apunta Kat Steinberg de Movement Strategies, la solución no pasa simplemente por aumentar el número de personal destinado a estas funciones -factor que, desde el punto de vista económico, puede resultar inasumible por parte de determinados eventos-, sino en una consideración holística del entorno operacional, basada en los datos reales sobre elementos como capacidad -ver gráfico adjunto a modo de ejemplo- o eficiencia de dichos controles. Análisis concretos sobre tipología de asistentes, las puntas de demanda o los propios ratios de uso de cada uno de los filtros de acceso, muestran una elevada variabilidad y, por tanto, deben considerarse en la implementación de estos controles, así como el propio diseño del espacio y el posicionamiento de los controles. Y, todo ello, sin olvidar que el riesgo de la amenaza muchas veces deriva en situaciones de pánico en la que será necesario garantizar una correcta evacuación y permitir el inmediato acceso a los servicios de emergencia al perímetro del evento. 
Por lo tanto, se requieren análisis concretos para cada evento, más allá de soluciones genéricas a máximos, que permitan configurar un perímetro entorno al mismo que garantice la seguridad, sin olvidar la percepción de la experiencia de los propios visitantes y facilite el resto de operativas relacionadas.

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