Lleva más de 25 años dedicado a la seguridad privada y por eso no dudó en comprarse un chaleco.
Antibalas y anticortes. 600 euros le costó hace unos años.
Ese chaleco le ha podido salvar la vida al vigilante de seguridad en la estación de Renfe de El Vendrell que el domingo fue atacado con un cúter que le dejó un corte de 10 centímetros en la protección.
Los Mossos d’Esquadra detuvieron a un hombre al que acusaron de lesiones y amenazas por ese ataque. En el juicio rápido que se ha celebrado el acusado ha quedado en libertad provisional, pero habrá una nueva sesión penal el 8 de octubre.
Tumbado
Fue el pasado domingo sobre las tres de la tarde. Un hombre estaba tumbado en un banco de la estación. El único vigilante de seguridad que había le requirió para que no estuviese en esa postura. Pero el hombre hizo caso omiso y siguió tumbado. Una mujer le acompañaba.
Fue el pasado domingo sobre las tres de la tarde. Un hombre estaba tumbado en un banco de la estación. El único vigilante de seguridad que había le requirió para que no estuviese en esa postura. Pero el hombre hizo caso omiso y siguió tumbado. Una mujer le acompañaba.
Tras unos minutos el vigilante volvió a pedir al hombre que se levantase.Por respuesta golpeó a la mujer y amenazó al vigilante, por lo que fue detenido por este que además, le puso unas esposas. Pasados unos minutos que se mostró más tranquilo y al retirarle los grilletes el hombre sacó un cúter y atacó al vigilante y salió corriendo.
El vigilante no sufrió daños gracias al chaleco antibalas y anti cortes que llevaba puesto, pero donde el ataque dejó una huella de diez centímetros.
Localizado
Hasta la zona llegaron los mossos d’esquadra que localizaron al agresor en una zona próxima a la estación y lo detuvieron. Está acusado de los delitos de lesiones y amenazas.
Hasta la zona llegaron los mossos d’esquadra que localizaron al agresor en una zona próxima a la estación y lo detuvieron. Está acusado de los delitos de lesiones y amenazas.
La situación en la estación de El Vendrell no es nueva. Ni por la inseguridad, ni por la desprotección que tiene el personal de seguridad. Los usuarios del tren reclaman más vigilancia e iluminación. Son pocos los que se atreven a pasar por el subterráneo y muchos los que se hacen ir a buscar si llegan a la estación a horas de oscuridad.
Por su parte los vigilantes avisan que tanto El Vendrell como Sant Vicenç de Calders y las otras estaciones de la comarca son muy conflictivas y que es peligroso y nada operativo que haya un único vigilante. También piden más equipamiento de defensa ante el incremento de ataques.
En el caso del domingo es el profesional quien se compró el chaleco porque es un material que no suelen proporcionarlo las empresas.
En trenes, vagones de metro y estaciones son cada vez más habituales las agresiones al personal de vigilancia. El pasado julio una vigilante tuvo que ser atendida por heridas en manos y brazos por una agresión en la estación de Sant Vicenç de Calders por parte de un joven que carecía de billete. La vigilante tuvo que ser trasladada al hospital de El Vendrell.También en la estación de Segur de Calafell los vigilantes de seguridad han sufrido agresiones.
En trenes, vagones de metro y estaciones son cada vez más habituales las agresiones al personal de vigilancia. El pasado julio una vigilante tuvo que ser atendida por heridas en manos y brazos por una agresión en la estación de Sant Vicenç de Calders por parte de un joven que carecía de billete. La vigilante tuvo que ser trasladada al hospital de El Vendrell.También en la estación de Segur de Calafell los vigilantes de seguridad han sufrido agresiones.
Hace unos años en la estación de Sant Vicenç de Calders otro vigilante también salvó la vida porque la navaja que le iban a clavar en el pecho dio en el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo de la cazadora.
No están respaldados
Los profesionales son agentes de la autoridad, pero no se sienten ni respaldados ni protegidos por las administraciones pese a ser los garantes de la seguridad a diario de miles de personas en los lugares de pública concurrencia.
Los profesionales son agentes de la autoridad, pero no se sienten ni respaldados ni protegidos por las administraciones pese a ser los garantes de la seguridad a diario de miles de personas en los lugares de pública concurrencia.
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